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La Historia Secreta de la Selección Colombia: cuando llegó Maturana...

En 1987 un equipo que había fracasado en su objetivo de ir al Mundial del que tuvo que ser anfitrión le fue entregado a un DT sin mayor experiencia. Todo cambió, para siempre.

EPISODIO 1: NUESTRO PRIMER MUNDIAL

EPISODIO 2: LA AVENTURA DEL 75

EPISODIO 3: SUBCAMPEONES DE AMÉRICA SIN MUNDIAL

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Tras el subtítulo de la Copa América de 1975 el equipo zapote había vuelto a ser una decepción. A pesar del talento de Willington Ortiz, de las atajadas de Pedro Zape y de la nacionalización de todo tipo de notables futbolistas como Juan Ramón 'La fiera' Cáceres, Jorge Amado, Luis Jerónimo López y Hugo Horacio Lóndero, no se había clasificado a Argentina 78y la actuación en la Copa del 79 había sido frustrante al perderel cupo a semifinales con Chile por diferencia de goles.

Sin embargo, todo era optimismo de cara a la Eliminatoria para España 82; a fin de cuentas, el técnico era el argentino Carlos Salvador Bilardo y se asumía como una obligación que Colombia clasificara al Mundial toda vez que iba a ser el anfitrión de la Copa del Mundo de 1986.

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Colombia 86, el Mundial que no fue

El 20 de abril de 1970 Alfonso Senior, como Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol y con el mismo espíritu con el que había montado El Dorado veinte años atrás, viajaba a Santiago de Chile para proponerle al Congreso de la Conmebol, Confederación Suramericana de Fútbol, que Colombia fuera sede del Campeonato Mundial de 1986 buscando así consolidar a la Selección Colombia en el país como lo había hecho con el fútbol profesional por tantos años.

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En 1974 la FIFA hizo oficial que Colombia sería la sede de la Copa del Mundo, y la emoción y el orgullo se tomaron el país. Eso sí, las obras no, porque esto es Colombia y primero se celebra... el problema es que las obras se demoraban, la infraestructura no iba a dar abasto para un evento de la magnitud del Mundial y la economía colombiana, proteccionista, agrícola y con unos ciudadanos con poco poder de adquisición, no era nada atractiva para los socios comerciales de la FIFA.

Sin embargo, el plan deportivo marchaba sobre rueda: Bilardo había conseguido montar un buen equipo gracias a un programa de preparación serio, que incluyó una victoria de 5-0 sobre el Nottingham Forest, campeón de la Copa de Campeones de la UEFA de 1979 y 1980 (hoy Liga de Campeones) y considerado el mejor equipo del mundo.

Esta selección estaba prácticamente consolidada y despertaba el apoyo nacional como lo había hecho la de 1975, pero días antes del primer partido de la eliminatoria fue a jugar a Belo Horizonte contra Atlético Mineiro, que tenía en sus filas a Reinaldo y Toninho Cerezo, y se vino derrotada y desmoralizada por los seis goles que le anotaron.

Esa vez, como por variar, Perú nos eliminó gracias a Cubillas y a que la Selección Colombia se dejó empatar un partido que, como se había vuelto frecuente, le tenía ganado a Uruguay.

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La Selección le fue entregada a Gabriel Ochoa Uribe, múltiple campeón con Millonarios, Santa Fe y América con el objetivo de tener el mejor equipo posible para el Mundial que tendríamos en 1986, pero en 1982 fue elegido presidente de la República Belisario Betancur y desde el comienzo de su mandato dejó claro que no había con qué cumplir las exigencias de la FIFA y sus socios, que el Mundial no se podría realizar en Colombia.

El gobierno del sí se puede...

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Belisario era un presidente diferente en un momento importante de la historia del país. Culto y amante del mundo intelectual y artístico de la Colombia de los 60 y 70, tenía especial afecto por lo popular y tradicional dado su raigambre paisa "de pura cepa", y, entre esa afección especial que tenía por lo popular, había mantenido siempre una relación especial con el fútbol.

En 1949, como diputado de la Asamblea Departamental de Antioquia, fue él quien propuso la construcción del Estadio Atanasio Girardot de Medellín, pues por esa época el fútbol profesional se jugaba en el hipódromo.

Como presidente le dijo a la FIFA que el país no estaba en condiciones de realizar el Mundial pues no había dinero suficiente para responder por la infraestructura requerida. Esta acción, bastante impopular para un presidente latinoamericano, fue seguida de una intervención personal para que el técnico Gabriel Ochoa Uribe no renunciara a la Selección y por el apoyo gubernamental al establecimiento de una comisión que creara un vínculo nacional entre la Selección y el pueblo colombiano.

Sin embargo, la mayor apuesta de Belisario era lograr la paz con los grupos guerrileros y por eso 1983 fue oficialmente el año de la paz. Las negociaciones con las FARC, M19, ELN y demás letras del alfabeto insurgente empezaron y Colombia pudo ver por primera vez en televisión a Tirofijo y a Jacobo Arenas de las FARC, a la vez que muchas jóvenes encontraron que Carlos Pizarro era el "comandante papito" del M-19.

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El presidente, además,  introdujo a Colombia en el Grupo de los No Alineados y en el Grupo de Contadora que, junto al gobierno sandinista de Nicaragua, buscaba la paz en El Salvador.

El 84 también parecía ser maravilloso, no sólo se establecía por primera vez un Estatuto de oposición, sino que el grupo musical y cómico argentino Les Luthiers se la pasaba visitando a Colombia desde 1982 y para todos ya eran "la risa de etiqueta". Al mismo tiempo, por primera vez en el país se presentaba un show travesti con "Valentino: Gitana loca de Oscar Ochoa" que causó sensación y escándalo en Cúcuta, Armenia, Bogotá, Cartagena y Barranquilla; en las principales ciudades se empezaban a establecer nuevas zonas de rumba que serían llamadas con el tiempo "zonas rosa", y Unicentro se convertía en la maravilla comercial de Bogotá y Colombia y epicentro de la vida social capitalina de los fines de semana.

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Para rematar la Selección Colombia empezaba a tomar forma y, por primera vez en la historia, haciéndole caso a una realidad nacional que buscaba senir orgullo del país, estaba a punto de estrenar la bandera en el uniforme.

El día en que nació la Tricolor

El 20 de mayo de 1983 la FIFA le entregó oficialmente la sede del Mundial de 1986 a México. El discurso oficial fue que el presidente de Colombia había manifestado que no se podían cumplir las exigencias logísticas y de infraestructura planteadas por la máxima autoridad del fútbol mundial, pues era preferible realizar inversiones en salud y educación.

Lo cierto es que sin sede del Mundial, la obligación era clasificar y buscar dejar en alto el nombre del país. Se convirtió casi que en una cuestión de orgullo nacional y el técnico Gabriel Ochoa Uribe tenía un programa serio que buscaba consolidar una institución que, aunque querida por todos, no solía dar muchas satisfacciones.

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Paralelo al trabajo en la cancha, se estableció una comisión de personajes notables y conocedores del fútbol para que presentaran propuestas que fortalecieran a la Selección Colombia y ayudaran a progresar al fútbol colombiano que, por esa época, 1984, vivía un nuevo Dorado lamentablemente auspiciado por dineros ilegales.

Esta comisión de notables, conformada por Daniel Samper Pizano, Juan Sebastián Betancur, Alberto Casas y Carlos Cure, entre otros, realizó lo que sería el primer paso para la consolidación de la Selección Colombia como referente nacional: desde las eliminatorias de 1985 el equipo no usaría más esa camiseta color salmón que en nada reflejaba al país, desde ese año la Selección se vestiría con los colores de bandera, amarillo en la camiseta, azul en la pantaloneta y rojo en la medias. La Selección Colombia se volvía Colombia.

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Mientras la comisión discutía sobre el mejor modelo que llevara los colores patrios, una Selección juvenil partía a Asunción a disputar el Campeonato Sudamericano de la categoría que entregaría tres cupos al Mundial Sub-20 años que se realizaría en la URSS desde octubre.

El equipo se fue en silencio y sin mucho optimismo por parte de la prensa y de los aficionados pues no había demostrado buenos resultados en su preparación. Luis Alfonso Marroquín, su joven entrenador, defendió su trabajo y dijo que se hablara después del torneo y no antes. Para acallar las dudas contaba con René Higuita, J.J. Tréllez, Jairo Ampudia, Felipe Pérez, Carlos Alvarez y John Edison Castaño, entre otros, en quienes había depositado la confianza que el técnico Ochoa había dejado en él.

Colombia estaba en el grupo de Brasil y Argentina lo que le restaba esperanzas al pueblo colombiano de clasificarse a las finales del torneo, pero cuando este empezó en la segunda semana de enero de 1985 todos los que vieron a esos muchachos por televisión quedaron sorprendidos: la Selección juvenil jugaba mejor que la de mayores, tenía más velocidad, jugaba con clase, con lujos; era un equipo de ensueño.

Higuita tapaba todo, Tréllez dejaba atrás a todos los defensas y Castaño convertía los goles más increíbles que se veían en Asunción. Este descrestante nivel se debía a una motivación especial que les daba Marroquín en esos momentos en que el fútbol colombiano estaba lleno de extranjeros pagados con dineros ilegales: "Si no les ganamos hoy a estos argentinos o uruguayos, mañana ellos van a Colombia y los dejan sin puesto".

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Este equipo, que maravilló no sólo a los colombianos sino al resto del continente que distinguía el fútbol colombiano por el estilo defensivo y de pierna fuerte que había implantado Ochoa Uribe desde 1982, le ganó 3-0 a Chile, 2-1 a Bolivia y, en un partido memorable, había empatado 0-0 con Brasil para luego eliminar a Argentina con un 1-1.

En el cuadrangular final el fútbol que demostró el equipo fue el mejor en la victoria 4-1 sobre Uruguay y en la dramática derrota por 1-2 con Brasil, pero, para seguir la tradición, Paraguay le quitó a la Selección de Marroquín la oportunidad del título al sacarle un empate 1-1 en Defensores del Chaco.

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El país, que se vio reflejado en el estilo de juego de esa Selección, clasificó así al Mundial Juvenil de URSS. Sólo faltaba que el equipo que dirigía Ochoa, la Selección de mayores, siguiera el ejemplo de los muchachos y clasificara al mundial del año siguiente.

El 1º de febrero, cuando los juveniles volvieron victoriosos de Asunción, miles de ciudadanos, encabezados por el presidente Belisario Betancur, los esperaban en el Aeropuerto. al bajarse del avión y abrazar al presidente, René Higuita, un joven humilde de Medellín, dejó ver su emoción en unas cuantas lágrimas que fueron contenidas por la mayoría de sus compañeros cuando en un emotivo discurso Betancur les dijo: "Todo colombiano se siente expresado en ustedes; son ustedes el mejor testimonio de una Colombia nueva que cree con fe profunda en el porvenir de la patria".

Esa noche los jóvenes fueron al Campín a ver a los mayores estrenar el uniforme tricolor que el 24 de enero Daniel Samper y María Elvira Pardo le habían presentado a la prensa con el modelaje de la joven Amparo Grisales, y se pudieron dar cuenta de que, aún así Willington y los demás fueran de amarillo, azul y rojo, el estilo de juego defensivo y tacaño en espectáculo que dejó el 2-2 contra Suiza no era lo que el pueblo colombiano esperaba de su Selección Colombia.

No, no se pudo...

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La sociedad parecía renovarse en la búsqueda de la paz, pero había un problema: en el monte la guerrilla y el ejército seguían dándose balazos y, además, el narcotráfico crecía sin detenerse y los capos formaban grupos paramilitares como el MAS, que interferían con el proceso de paz del gobierno y sumían al país en una violencia generalizada y con muchas cabezas.

Así que en 1985 ya todo parecía estar perdido, lamentablemente para Belisario no se pudo y el proceso de paz con el M-19 fracasaba en un mar de desconfianza por la guerra sucia de los paramilitares y la falta de voluntad política de la guerrilla.

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Para rematar, Colombia tampoco clasificó al mundial de México en 1986. Argentina, que era un equipo que contaba con Diego Armando Maradona, nos ganó en El Campín. Ese equipo luego sería campeón del mundo demostrando quién era quién en la geopolítica del fútbol suramericano.

La prensa, y los colombianos en general, culparon de esta eliminación al técnico Ochoa Uribe por el estilo de juego del equipo y porque, al parecer, estaba más preocupado en ganar la Copa Libertadores con el América que en clasificar a la Selección al mundial. sta reacción hizo que Ochoa renunciara a su cargo y que la dirección técnica de la Selección Colombia quedara vacía.

El 1 de noviembre se selló la eliminación de Colombia del Mundial del que debía haber sido anfitriona a manos de Paraguay. La selección de Ochoa tenía que ganar por 3-0 y sólo le alcanzó para el 2-1.

Fue el inicio de los peores quince días de la historia reciente del país, pues el miércoles 6 el M-19 se tomó el Palacio de Justicia, lo que desencadenó una reacción del ejército que acabó con 17 magistrados y 46 civiles muertos, cientos de desaparecidos, la imagen del presidente deteriorada y del M-19 destruida, todos los expedientes de Los Extraditables quemados en el incendio y el país en una incertidumbre que, para rematar, el 13 sufrió la tragedia de Armero.

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Esta población tolimense de 22.560 habitantes fue borrada del mapa tras la erupción del volcán Nevado del Ruíz que produjo una creciente en los ríos Lagunilla y Gualí, que cubrió con lodo lo que antes era un pueblo comercial y afectó con inundaciones toda la región.

Las imágenes terribles de la desolación quedaron grabadas en la mente de todos los colombianos. Los más de 20.000 muertos y los 200.000 damnificados se resumieron en el drama de Omayra Sánchez, una niña de doce años que quedó atrapada con el lodo hasta el cuello y aprisionada en los pies por una plancha de cemento. La niña murió después de 72 horas de estar atrapada y esperando que llegara la motobomba que ayudara a rescatarla.

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El país estaba desmoralizado, la nación pasaba sus peores horas y la Selección Colombia no tenía técnico...

Y en esas apareció Maturana

León Londoño Tamayo, presidente de la Federación de Fútbol Colombiano, decidió, aconsejado por varios directivos de Antioquia, ofrecerle el puesto que había dejado vacante Ochoa a Francisco Maturana. La decisión generó cierta polémica, pues parecía una herejía poner a un tipo tan joven e inexperto en el puesto que sólo dos años antes había tenido el técnico más ganador del fútbol profesional colombiano, pero así fue: Maturana tomó el lugar que hasta ese momento había tenido Jaime Silva como sustituto de Ochoa.

Este chocoano, que había sido un elegante defensa central del Nacional de Zubeldía y de la Selección Colombia de Bilardo, en 1986 había convertido al Once Caldas en el equipo revelación del torneo al llevarlo a las finales con una nómina barata de sólo jugadores nacionales, y ya había firmado un contrato para dirigir en 1987 al Atlético Nacional. En la práctica era un novato para ser el técnico de la Selección Colombia, pero...

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Maturana empezó a hacer cosas extrañas como director técnico de la Selección. Primero, dejó de convocar a los considerados mejores jugadores de cada posición con el argumento de buscar un equipo como tal y no un equipo de individualidades. Producto de esto no fue convocado el volante de marca de Millonarios Eduardo Pimentel, un jugador fuerte capaz de intimidar al más valiente delantero, símbolo de su equipo y que para muchos era el mejor jugador en esa posición que tenía el país en el momento.

En su reemplazo llegaron dos jugadores antioqueños, Leonel Alvarez y Gabriel 'Barrabás' Gómez, lo que, sumado a su segunda acción como entrenador de la Selección, convocar como base a la nómina del Atlético Nacional, un equipo que no era campeón desde 1981, le empezó a granjear una fama de favorecedor de los antioqueños. Esta tendencia pasaría a la historia con el término de "rosca paisa".

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Maturana debía enfrentar su primera prueba como técnico nacional en la Copa América de 1987 que se disputaría en Argentina. El equipo jugaba con toda la defensa del Nacional, la creación del Deportivo Cali, con Redín y Valderrama, y el ataque de Millonarios encabezado por Arnoldo Iguarán, pero la banca era casi en su totalidad del equipo verde de Antioquia. Si fracasaba en Argentina, los enemigos de la "rosca paisa" no demorarían en pedir su renuncia.

¡Esta es mi Selección!

Colombia jugó en primera ronda contra Bolivia y contra el favorito Paraguay. En el primer partido la Selección ganó fácilmente 2-0 a los del altiplano y, lo mejor, la imagen que se dejó fue positiva. Los colombianos vieron por primera vez un equipo de su total agrado: un juego de pases inteligentes y ofensivos que rompía la defensa contraria, una defensa sólida pero limpia, y un ataque contundente.

Sin embargo, el rival había sido demasiado liviano y muchos, aunque sintieron la empatía con el equipo, prefirieron esperar al partido con Paraguay para ver qué sucedía.

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El 5 de julio de 1987 la Selección Colombia entró en el corazón de todos los colombianos. Ese día, en un juego que nunca se le había visto a un equipo colombiano, Paraguay fue derrotado por 3-0.

En el imaginario colectivo se empezaron a gestar tres nombres como ídolos. El primero y más importante fue el de Carlos 'El Pibe' Valderrama, un crack que hacía pases imposibles, dejaba quietos a los contrarios con sus movimientos y, además, tenía una melena rubia inconfundible.

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El segundo fue el arquero del Atlético Nacional que ya era el gran ídolo de su equipo, René Higuita. 'El Loco', como le decían, dejó boquiabiertos a los paraguayos al salir de su arco con el balón dominado y, tras eludir a los delanteros rivales, sacar un pase ofensivo que casi se convierte en gol: en Colombia todos habían quedado con el corazón en la mano por la angustia y en Argentina todos trataban de cerrar la boca por presenciar algo tan extraño y a la vez sorprendente.

El tercer jugador que se quedó en las mentes de los colombianos fue Arnoldo Iguarán. El goleador de Millonarios convirtió los tres goles de la victoria y demostró una velocidad y una potencia ideal para los pases de Valderrama.

Con un equipo al que le llovían los elogios nacionales e internacionales, Colombia estaba por segunda vez en una semifinal de Copa América. Chile acabó el sueño al vencernos por 2-1, pero poco importó: la Selección se volvería la novia de todos los colombianos al vencer a Argentina, el entonces campeón del mundo que contaba con el gran Maradona, en el estadio Monumental de Buenos Aires en la definición por el tercer lugar.

El 10 es 'El Pibe'

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Ese día, 11 de julio de 1987, todo parecía estar en contra de la tricolor: Iguarán no podía jugar por una fractura en una costilla durante el juego frente a los chilenos y las atestadas tribunas del Monumental exigían una goleada a Maradona y su corte para lavar su orgullo después de perder la semifinal frente a Uruguay.

Lo curioso del asunto es que todo el planeta futbolero estaba pendiente del Diego y al que terminaron aplaudiendo fue al 'Pibe', que con dos jugadas magistrales habilitó a Gabriel Jaime 'Barrabás' Gómez y Juan Jairo 'El Andino' Galeano para terminar el primer tiempo con un 2-0 inesperado.

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La segunda parte fue una lección de táctica de Colombia a Argentina. Por más variantes que hizo, Carlos Salvador Bilardo no pudo lograr que su equipo rompiera el orden colombiano; Maradona se vio maniatado, Argentina no pudo demostrar en ningún momento que era el campeón mundial, y sólo un gol de Claudio Caniggia les dio la posibilidad a los locales de celebrar algo.

La Selección de Maturana volvió a Colombia entre alabanzas por su juego y con el tercer lugar de la Copa, el goleador del torneo, Iguarán, y el mejor jugador del continente de ese año, Valderrama.

Este fue el punto de inicio para generar la relación de identidad total entre el colombiano y su Selección. Por primera vez se tenía un estilo de juego propio y del cual se podía sentir orgullo. El sistema de ídolos que se veía interrumpido tradicionalmente con cada nueva convocatoria estaba consolidándose tras la sombra del mejor jugador de América, 'El Pibe', y un séquito de jugadores que ejemplificaban valores y regionalismos: el veloz Iguarán, el valiente Leonel Alvarez, el caballeroso Andrés Escobar, el potente Luis Carlos Perea, y el arriesgado y "loco" Higuita.

El simbolismo no estaba sólo en el tricolor que vestían los jugadores de la Selección, sino en la representación nacional que cada región y grupo social sentía que estaba aportando y que se veía reflejado en un discurso impuesto por Maturana de crear y mantener una identidad y un estilo. Y este estilo no era sólo futbolístico sino también estético, pues las melenas de Higuita, Leonel, Gildardo Gómez, Escobar, Eduardo Niño, 'Barrabas' Gómez, y sobre todo del 'Pibe' le dieron un estilo propio e inconfundible al equipo.

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Además, por primera vez en mucho tiempo los niños de una generación, al jugar sus partidos en la cancha del barrio, no se pedían ser Maradona, Pelé, Gottardi, Falcioni o Cabañas, sino que jugaban a ser un colombiano: Iguarán, Valderrama o Higuita.

Pero sobre todo esto pesó algo que siempre le importó a los colombianos: la imagen del país. La Selección de Maturana en la Copa América del 87 surgió en momentos en que Colombia pasaba por uno de los momentos más oscuros de su historia. Todos los colombianos se sentían acusados de narcotráfico en el exterior y las masacres y magnicidios opacaban las buenas actuaciones de los ciclistas en Europa y los títulos mundiales en boxeo de Miguel 'Happy' Lora y Fidel Bassa. Y si bien en fútbol nunca se había ganado nada, ahora el deporte más popular del país tenía una carta de presentación para el mundo que creía, o al menos así pensaban los colombianos que creían, que este era el país del diablo.

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Los colombianos encontraron en esta década de los 80 que los triunfos de sus deportistas eran los triunfos del país y que eran la única forma de sentir que tenían una imagen positiva en el mundo.

Había nacido una nueva era, la de la mejor selección Colombia de la historia... nadie se imaginaba aún lo que este país capaz de autodestruirse le iba a hacer.

 

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